jueves, 26 de agosto de 2010

LA AMIGA

Se sienta en el borde de la cama porque, aun inconscientemente, no quisiera borrar las huellas que otros han dejado sobre las sábanas. O porque es esa la posición en que menos parece ocupar su cuerpo, frente a la insolencia de quienes permanecen todo el tiempo de pie, la desfachatez de quienes se acuestan nada más llegar o la pereza de los que se sientan en sillas o sofás como para pasar allí toda la tarde. Así pues, en esa posición que parece en todo momento dispuesta a transformarse en otra, preparada para el salto hacia delante, para la caída hacia detrás o incluso para el derrumbe hasta el suelo, en esa posición insegura y discreta, permanece durante los pocos minutos en que hablamos justo después del amanecer. El calor de la noche no nos ha dejado apenas dormir, yo en mi cuarto y ella en el de los invitados, y en cambio la mañana parece despejada en la mente (¿o debiera decir que la mente parece despejada en la mañana?), como si el calor hubiera conseguido lo que ni siquiera el sueño más profundo logra: la sensación de un frescor de la mente en la delgada luz con que comienza el día. Mientras yo preparo, un poco más tarde, el desayuno, o mientras pienso en que debería empezar a prepararlo, ya ella se ha duchado y se ha vestido de ese modo al mismo tiempo tan impersonal y tan suyo, como si la vestimenta fuera el doble exacto de la desnudez para unos ojos capaces de ver más allá de la apariencia. El equipaje que ha traído es escaso, pero los viajes en los que anda inmersa son de larga distancia. Quedan, después de marcharse, las voces fantasmagóricas que salen de las ventanas iluminadas, voces mezcladas de los varios televisores y a su vez entretejidas con las voces reales de los vecinos desvelados, que ella parecía anoche hilar dentro de sí para crear con ellas un extraño dibujo, su salida al balcón, esta mañana, donde colgó la toalla con la que se había secado, la presencia apacible de su mirada ya ausente, y sobre todo esa delicadeza tan poco frecuente que es siempre un regalo para quienes tenemos la suerte de ser sus amigos.

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