Vino a dar otra vez la
luz
en la frontera
entre el mundo de
enredos, desvaríos y rémoras
en que estaba viviendo
hasta hace nada
y la corteza de una
gracia nueva.
Un gato aparece de
repente
y me mira con recelo o
asombro
porque, pienso, soy para
él una sorpresa parecida
a la que él es para mí,
y en esa raya
que es un hilo de tiempo
indefinido
nos perdemos los dos o
huimos como cada uno puede o sabe,
él con la cola levantada
y ágiles pasos de ballet
y yo en el consabido tránsito
de una palabra a otra.
Y todo porque vino una
vez más la luz
a dar en la frontera
entre dos mundos de huesos.