1
Mientras la plata de los árboles quemados suelta su ceniza en bosques disueltos en el atardecer, un hombre se sienta a esperar que la resina desaparecida brille en su recuerdo como un oro sin principio ni fin.
2
No en todos los jardines habrá flores esta primavera, lo mismo que no cualquier flor ostentará su corola como un cofre de aromas. A veces habrá que buscar las flores y los aromas bajo tierra. Allí, agazapados como animales adormecidos, los pétalos frotados por olfatos sedientos se transformarán en las nuevas semillas de la resurrección.
3
¿Y si se hiciera vital un pensamiento sigiloso obtenido tras una transfusión de ideas repentinas? ¿Y si, al levantarnos a dar unos pasos por la habitación donde ya no estamos, cediera la habitación y el suelo flotara unos segundos sinuoso entre las piernas? ¿Y si con toda la alevosía de las noches en que nos perdimos halláramos un resto de cristal incrustado en nuestra cara pasmada frente al espejo poroso?
4
¿Así que ahí dentro no hay sino un resto de polvo?
5
Conviene andar con mucha precaución alrededor de los óvalos. Hubo una tarde, dijiste, en que proyectaron su sombra hasta la que dejaban nuestros cuerpos a medida que avanzábamos. Las sombras se superpusieron y, al hacerlo, se tragaron los cuerpos. Pasó un rato y, al separarse las sombras, supimos que lo que ahora se desplazaba alrededor de los óvalos no eran cuerpos ni sombras, sino el reverso de lo que había sido un cuerpo sin sombra (o viceversa).
6
Pon tú el culo y yo pondré la flor (o viceversa).
7
Cuelgan a una altura inaccesible para los petimetres las huellas de una miríada de soles.
8
El acceso, la acupuntura, el cerco, la cesura, el rasgo, la rasgadura, el antro, la angostura, el rabo, la raspadura, el boquete, la embocadura, el fisco, la fisura, el hielo, la hendidura, el rapto, la rapadura, el camino, la comisura, el salto, la soldadura, el treno, la ternura. ¿Seguimos, hermosura?
9
Abrirse camino en los instantes de la revelación sin por ello destruir el asombro que brindan, es decir, mantener intacta la chispa intangible del éxtasis a la vez que nos introducimos en él para abrazarlo como a un amigo al que perdimos de vista durante muchos años.
10
Instrucciones para llevarse el sol a la boca: tiemble usted durante más de treinta años como un colibrí suspendido en la ingrávida cascada del aire; raspe un día con su pico de ónice las cortezas más ligeras de los árboles quemados de un bosque en el que se han perdido muchos caminantes; libe la savia reseca que en el interior de las cortezas rezuma todavía tras tantas hecatombes sufridas en su propia piel, en la piel de los árboles y en la piel del universo; extraiga de esa savia el zumo de luz solar que aún quedaba atesorado en las vejigas exquisitas de los valientes insectos que siguen escarbando los troncos cabizbajos; libere en su boca ese zumo solar y disuélvalo lentamente en las papilas gustativas hasta que se convierta usted en insecto, en corteza, en savia, en árbol, en bosque, en sol, en luz, en universo, ¡en universo!
11
Vi los anillos de oro que se enroscaban en el cuerpo de la serpiente que se enroscaba en mi cuerpo que se enroscaba en el cuerpo de un amigo imaginario que se enroscaba en el cuerpo de la imagen sin cuerpo que se enroscaba en el cuerpo de un amigo sin vida que se enroscaba en el cuerpo de un árbol quemado que se enroscaba en el cuerpo de un amigo desnudo que se enroscaba en el cuerpo de un pájaro de fuego que se enroscaba en el cuerpo de una serpiente emplumada que se enroscaba en el cuerpo de un amigo deseado que se enroscaba en el cuerpo de mi cuerpo sin vida que se enroscaba en el cuerpo de los anillos de oro.
12
¿Y por qué dice que si introduzco las manos me quedaré sin dedos?
13
Caliente, caliente, frío, frío, frío, caliente, frío, frío, caliente, caliente. ¡Caliente!
14
Hemos de husmearlo todo como si la lavanda lo hubiera impregnado con su luz diluida, como si en todo hubiera un olor de viejas casas a las que nunca volvimos, como si las madres que no tuvimos lo hubieran dejado todo intacto para nuestro regreso, como si fuéramos los forasteros que cultivan en la frontera un jardín efímero de imágenes.
15
Cuando entré a ese jardín aún había jardín y, sin embargo, el jardín al que yo creía haber entrado no era el mismo jardín que recordaba. Otro jardín, superpuesto al jardín que yo había ayudado a cultivar, se había apoderado de las plantas originarias y ahora se hacía pasar por el jardín aquel que, lo sabía, no era en realidad aquel jardín. Cuando salí del jardín ya no sabía si había o no había jardín, si había estado o no había estado en él, si el jardín era yo o si yo era el jardín.
16
Mi querido Doppelgänger: ni se te ocurra hacerte pasar por mí de un modo tan zafio como sería adoptar mi misma figura, imitar mi voz, remedar los gestos que hago cuando hablo, acoplar tu cintura al inimitable ritmo de la mía, respingar tu envidioso trasero como hago yo siempre con el mío y simular, en definitiva, que eres yo cuando la realidad es que no eres sino un pésimo falsificador de mi persona. Mientras tú existes, sin vida, en los espejos, yo gozo de la vida de verdad en este verde valle bajo el cielo. Así que: jódete.
17
¿Y hay modo de saber cuánta ceniza necesito para dibujarte el rostro?
18
Niebla de los atardeceres, / adoleces de sombras en las que no sabemos perdernos. / Si perduras, nos vamos. / Si te vas, no duramos.
19
Y entonces alguien dijo que era muy difícil encontrar el camino de vuelta. Decidimos poner en práctica una técnica que nos habían enseñado de niños: cada uno de nosotros se arrancaría una pequeña parte del cuerpo y la dejaría como un rastro para volver al punto de partida. Así lo hicimos, e incluso algunos se esmeraron en despedazarse hasta que el punto de partida, el lugar donde debían hallarse juntos todos los huesos, se dibujó, turbio, a lo lejos.
20
Nunca se supo si lo que brotaba en el tajo era un atisbo de flor o un borbotón de sangre.
* Texto escrito tras la visita a Temblando, me llevo el sol a la boca, exposición de Jesús Hernández Verano. TEA Tenerife Espacio de las Artes, 4 de abril-18 de mayo de 2025.
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