viernes, 28 de enero de 2011
VENTANA: QUISTES
Se apostó junto a la ventana. Era el momento más ocioso de su horario semanal: el viernes al mediodía justo después de salir del trabajo. Siempre había habido ventanas, atrás, en el pasado, sobre tantos paisajes nunca repetidos aunque la ventana fuera la misma, pero aquella en la que estaba ahora le parecía única, como si fuera a dispensarle una visión casi imposible, insólita, secreta. Un autobús que pasaba cada quince minutos. Gente ociosa como él, pero más animada, habladora, que se reunía a esa hora para tomar cañas y aperitivos y no un café como él. Muchos jóvenes también en esa cafetería, pues había un instituto cerca: cuerpos espléndidos, entrenados, cuyas siluetas destacaban desde lejos en el día aterido, gris. Ahora se colaba el sol, un sol novicio, hasta el fragmento de calle que contemplaba, y enseguida se escondía entre los nubarrones para seguir intentándolo más tarde como un animal asustado que no acaba de atreverse a cruzar un río. Él no se escondía, pero tampoco se mostraba. No escuchaba las conversaciones vertiginosas que lo rodeaban, pero no dejaba de oírlas. El fútbol, el tráfico, la nueva ley antitabaco, trabajos, mujeres, comida, paro, política, familia: la misma cantinela de otras veces, siempre aderezada con tacos, carcajadas, gritos e improperios, un murmullo de fondo al que al final la mente acababa acostumbrándose aunque nunca dejara de intentar alejarse. Autobuses de ida y autobuses de vuelta: en algún punto se cruzaban y los conductores se saludaban. Líneas que no se desviaban nunca de su recorrido, aunque un día, pensaba, se montaría en una de ellas y aparecería en cualquier sitio. Ya casi era imposible distinguir entre estudiantes y vándalos. Uno podía optar por destruirse a sí mismo o por destruir aquello que en su interior insistía en destruirlo a uno. No había ninguna otra opción. Con unos prismáticos (siempre los prismáticos, aunque apenas los había usado en un par de ocasiones) o, simplemente, con un poco de atención, podría ver quiénes formaban el grupo congregado junto al columpio de aquel pequeño parque en el que alguna vez había estado o quién se asomaba en ese instante a alguna de las ventanas de los dos edificios que tenía a la vista. ¿Por qué temblaba el agua de aquel charco si no estaba lloviendo? Podría ser el viento, se dijo, pero son tan uniformes las ondulaciones del agua marrón que había llenado aquel pequeño cuadrilátero (¿cuál sería su nombre?) en que estaba plantado un árbol raquítico: parecía como si el agua estuviera siendo movida desde dentro. Y desde dentro, como en un sueño, iba él pasando la mirada por esos nódulos o quistes que se le iban formando a la realidad.
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Los "nodulos" o "quistes" tienen, al pronunciar mentalmente estas palabras,una especie de textura sólida o gelatinosa, un regusto a proliferación y acúmulo... pero el texto en sí deja más bien sensación de fluidez, de un cierto carácter volátil de la realidad... Me sorprende, me sorprende esa última oración, enormemente enigmática.
ResponderBorrarM.
Qué hermoso sería también abrir una ventana a lo invisible y conocer la vida secreta de esa naturaleza que no gusta de ser vista ni se inquieta por ella misma ni pide atención alguna, sino concentrada transparencia.
ResponderBorrarEstimado/a anónimo/a: es muy interesante lo que comentas. Es verdad que "quiste" o "nódulo" tienen una connotación de dureza, o a lo sumo de flacidez, mientras que el texto parece fluir libremente de una cosa a otra. Uno no puede explicar muy bien por qué de pronto se imponen determinadas imágenes. Pero me da la impresión de que esa aparente fluidez no es más que la máscara de una serie de tropiezos con los que se va encontrando la mirada, como si en el fondo se buscara la verdadera fluidez (o transparencia) y el resto no fuera más que enfermedad (del discurso, de la realidad, de uno mismo que escribe). Gracias y un saludo.
ResponderBorrarQuerido Iván: tú hablas de esa transparencia buscada, y como acabo de mencionarla en mi respuesta al anónimo, sin haber releído tu comentario, me doy cuenta de que tal vez existan esas misteriosas correspondencias o sintonías que hacen que la amistad y la poesía sean dos caras de la misma moneda. Un abrazo y espero que estés bien.