jueves, 20 de enero de 2011
SÍNTOMAS
Ya anoche se dijo que era extraña esa necesidad de orinar que sentía con tanta frecuencia. Confió, al acostarse, en que no sería más que un pasajero desarreglo de las funciones urológicas. Por la mañana no notó nada extraño, salvo ese corte brusco al final de la micción, como si algún músculo estuviera siendo presionado y le impidiera a la uretra seguir descargando orina desde la vejiga. Acudió con normalidad al trabajo. No notó allí ningún otro síntoma distinto a la frecuencia algo más alta de lo normal de sus visitas al baño: dos o tres durante la mañana. Curiosamente, habló con un compañero de literatura y enfermedad, que —no lo sabía— había sido el tema de su tesina de licenciatura. Se mencionaron algunos nombres de autores de lengua alemana, entre otros el de uno al que estaba leyendo esos días, por cuya prosa desgarrada pasa constantemente un viento helado que abre una y otra vez agujeros por los que se pierde todo equilibrio, toda serenidad. No fue hasta esta tarde cuando se dio cuenta de que las gotas finales no eran exactamente del mismo color de la orina, sino que estaban teñidas de un ligero color rojizo; además, notaba un ardor, o un leve dolor como en el interior de la uretra, hacia el final de la micción, que terminaba con el corte brusco que ya sintió anoche. Al ver lo que identificó como sangre mezclada con la orina, en unas milésimas de segundo cruzaron por su mente las más terribles enfermedades, sobre todo tumores alojados en distintos lugares del aparato urológico. Se dedicó a caminar de un lado a otro del piso a través del pasillo. Le faltaba el aire, jadeaba, se mesaba los cabellos, resoplaba, rozaba con una mano la pared, sudaba, palpitaba. Justamente ahora, se decía, cuando estaba a punto de disfrutar de unas semanas de vacaciones. En el mismo instante en que su vida estaba saliendo a flote tras tantos y tantos meses de naufragio. En esa exacta parte del cuerpo que siempre ha sido para él el centro de su vitalidad, la fuente de los más altos goces por los que merece la pena vivir, el arpón o la ballesta, el pico travieso del colibrí, la lengua del camaleón, el aguijón imposible de domar, la jiribilla, el latiguillo, la serpentina, el diábolo. Así que ojo por ojo, se dijo. Consultó en internet las enfermedades que pueden ocultarse en lo que, tras varias micciones finalizadas con unas gotas de sangre, no le parecieron ya unos síntomas pasajeros. Infecciones varias, de orina, de la uretra, de los riñones. Cálculos. Y una amplia lista en la que figuraban, desde luego, varios tipos de tumores. Cuando acudió al médico, ya había cerrado la consulta. Al regresar a casa, empezó a anotar la hora de cada micción, la cantidad de agua que bebía —un cuarto de litro tras cada micción, pues había leído que la ingesta de líquido era recomendable para las infecciones— y los síntomas que se daban en cada micción: más o menos ardor al finalizar y más o menos gotas de sangre. Mantuvo esta dinámica de registro minucioso durante varias horas, y lo cierto es que no solo le ayudó a concentrarse medianamente en su trabajo, sino que le fue convenciendo de que lo más probable es que se tratara de alguna infección inofensiva, tratable a partir del día siguiente con antibióticos que la harían desaparecer en poco tiempo. Leyó un poco después de cenar, se tomó su somnífero habitual, se acostó y se durmió.
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La ansiedad y el terror vertiginosamente bien narrados.
ResponderBorrarUna gran curiosidad:
"uno al que estaba leyendo esos días, por cuya prosa desgarrada pasa constantemente un viento helado que abre una y otra vez agujeros por los que se pierde todo equilibrio, toda serenidad"
Wer soll das sein?
M.
Vielen Dank, amigo M. Me refiero a Danilo Kis, el escritor serbio. Un saludo.
ResponderBorrar¿Cómo no sentir terror? Es muy natural, tanto o más que esa caída en la paranoia más desbordadamente imaginativa que es muy capaz de proponer los más terribles dolores y enfermedades. Sólo espero que estés mejor, amigo. Abrazos!!!
ResponderBorrarDe nada, pero soy "sie" ;-).
ResponderBorrar¿Se puede conseguir en librerías ya "Nubes, Insolaciones"?
M.
Perdón, he puesto mal el título, me he dejado guiar por la página de "El ojo crítico" de RNE.
ResponderBorrarM.
Mis disculpas, amiga M.
ResponderBorrarEl librito "Insolaciones, nubes" puede encontrarse solo en tres librerías de Madrid: Hiperión, El Aleph y Al-Hakam. También puede solicitarse en la página de la colección 'Los conjurados':
http://www.polibea.com/conjurados.htm.
Gracias por tus comentarios y un saludo.