jueves, 31 de marzo de 2011

TRISTEZA: RESQUICIOS

Lo que a mí me interesa no son las aglomeraciones, sino los resquicios. La última mesa de la terraza, la que linda con los primeros arbustos del parque, solitaria, pero de una soledad en la que se diría que estuviera engendrándose ya una presencia, o como si alguien, yo mismo, otro, el inimaginable, el inesperado, hubiera acabado de dejar esa mesa y resonaran todavía sus pasos a su alrededor. Algo así. O el camino desandado esta vez por la misma acera para evitar el muro que rodea un edificio en el que sitúo, no sé por qué, secuencias de tortura ocurridas hace mucho tiempo. Esas apelaciones. Esos susurros de lo que permanece escondido. No me interesa el tráfago de matrimonios presuntuosos, de grupos de corredores sudorosos, de paseantes de perros amenazadores. Abomino —qué verbo— del ir y venir de un lado para otro que convierte estas calles en meros lugares de paso en los que no ocurre nada porque no se da tiempo a que nada madure o cuaje o emerja. Me asusta el modo en que intento respirar el final de esta tarde como si con un poco de aire quisiera curar la sangre trastornada. No logro escuchar de verdad nada en medio del bullicio. Me exasperan el jadeo de los perros que han soltado en el parque, el bramido de una moto que pasa a velocidad de autopista, las risas desaforadas que afloran de unos labios pintados de un rojo chillón en claro juego con otros dos complementos que ya no recuerdo. No sé qué suciedad es peor para el aire: si el humo o si los ruidos. Todo este malestar, sin embargo, procede en realidad de dentro, de mí, y no tanto de fuera. Está relacionado con una desgana integral, con el hecho de que, acertada o equivocadamente, me parezca estar asomado a un abismo sin retorno. Paparruchadas, tal vez. La tristeza es un viento que sopla cuando quiere: durante un tiempo no existe, parece haberse marchado para siempre, pero de pronto regresa, para que no olvidemos que nunca dejó de estar muy cerca, rondándonos, como si habitara dentro de nosotros.

5 comentarios:

  1. Frente a la tristeza del ser, la alegría de escribir. Pura energía la tuya. Millones de megatones liberados encontrando su hueco en las palabras.
    Un placer comentar, Rafael.
    Antonio Arroyo.

    ResponderBorrar
  2. Un placer también leerte, amigo Antonio. Sí, la escritura es a veces la liberación de energía en medio de la desolación. Gracias y un abrazo.

    ResponderBorrar
  3. Travesías pasa hoy a la selección de blogs de la web de V-M.
    Un abrazo

    http://www.enriquevilamatas.com/blogs.html

    ResponderBorrar
  4. Gracias, estimado V-M, por incorporar mi blog a esa sección tuya tan bien planteada que es como una ventana a mundos diversos, a voces que dialogan en la inquietante realidad de la red. Un abrazo.

    ResponderBorrar
  5. Sí, me parece entender las sensaciones que expresa el texto: quizá, más que tristeza, melancolía, bilis negra, esa que nos sume en su vorágine hasta el punto de que todo lo que gira a nuestro alrededor nos molesta hasta lo inaguantable. Es el momento en que hasta una conversación deseada durante horas o días puede molestarnos y nos sentimos acosados hasta no poder más. Felicidades Rafa, este es uno de los textos que más me gustan de tu blog, quizás porque creo entender y compartir mucho de lo que hay en él; tampoco a mí me gustan las aglomeraciones y por eso me mantengo lejos de las ciudades. También prefiero esa última mesa de la terraza (me encanta esta imagen de la mesa solitaria al borde de una terraza y una vista apacible, desnuda) ¡Abrazos!

    ResponderBorrar

ENTRADAS POPULARES