En la fuente, Narciso, acecha tu figura:
herrumbrosos reflejos de tu rostro real
que tú contemplas mudo, encandilado, leal
a ti mismo, a tu imagen de agua y de locura.
“Ven, Narciso” ―te llama con voz sin amargura
la fuente en ese patio de una ciudad fatal
que ya no reconoce a los héroes, desleal
cementerio de próceres de rampante grisura.
Y así, tú le respondes con tu pasión divina
y te asomas, dios niño, al borde de la fuente:
¡dibujas con tu rostro una sonrisa albina
que compite en gracejo con la pose patente
del agua cantarina del pozo o de la puente
de que te tiras, necio! Ved un dios que declina.(De un libro titulado Organillo de alejandrinos)
Precioso poema Rafael. Te dedico otro del gran Pepe Hierro
ResponderBorrarMorirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
De “El muerto”, Alegría (1947), José Hierro
Bueno, el mío no es más que una parodia del gran Manuel Verdugo, poeta injustamente olvidado que paseaba por La Laguna recordando los efebos del Ática o de Taormina. El poema de Hierro, me temo (aunque para gustos colores), es una parodia de sí mismo. ¿Qué es eso de "nunca jamás"? O nunca o jamás. ¿O es que está hablando del País de Nunca Jamás? "Aquel vago pasar de la loca alegría": alejandrino, pero mucho peor, que recuerda aquello de Rubén Darío, "el ala aleve del leve abanico". ¿Y "su tibia hermosura"? ¿Qué eran, cachorros, gatitos, núbiles ninfas? ¿Y eso de que no podrá morir nunca? Demasiado optimista para mi gusto... Bueno, en fin, ya ves que Hierro no es santo de mi devoción...
ResponderBorrar¡De todas formas, gracias por dedicármelo y un fuerte abrazo, amigo Román!
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