Para
Germán Chicote
I
Pensé
que eran buen sitio
para
quedarse a vivir:
tres
madrigueras
junto
al recinto de avistamiento de aves
del
Parque del Oeste,
el
canto de los pájaros
—ese
leve milagro—
entraría
hasta mí por las troneras
y el
murmullo apagado del tráfico viario
se
uniría a las voces de los deportistas
que
siempre pasarían en sus vanas carreras.
II
Luego
pensé:
no es
práctico,
la
mucha soledad,
el
aislamiento,
el
problema de cómo alimentarme,
la
carencia de luz para leer.
III
Así que
decidí
verlos
más bien como esculturas,
obras
de algún artista desquiciado
que
imitaran refugios de la Guerra Civil,
el
trasiego constante
de la
memoria borrada,
monolitos
que nadie
sabrá
pronto interpretar.
IV
¿Estarán
conectados
de
forma subterránea?
¿Habrá
algún pasadizo
entre
el tiempo de entonces
y este
tiempo de ahora?
¿Recordar
no es ya más
que
mostrar unos restos,
unos
bloques desnudos,
migajas
de conciencia
sobrexpuesta
al vacío?
V
La
piedra y el cemento
no
dicen más que un mudo
simulacro
de tiempo aprisionado.
Los
toqué para nada,
no
sirvió rodearlos,
buscar
signos que pronto, en todo caso,
quedarán
suspendidos por más capas de tiempo o desmemoria.
Sin
embargo, esas grises
junturas
que aún mantienen
en pie
estas ratoneras
nos
hablan en silencio
de un
dolor que se escucha todavía.
Me gusta el"tono" alcanzado en este poema con un justo dramatismo que se hace éscuchar en sordina,sin florituras retórico-poéticas y, por eso, intensamente poético, a la manera un poco de su querido William Clift. Una retórica mínima para expresar, casi en el susurro de la intimidad, los enormes dramas de nuestro teatrillo sentimental.
ResponderBorrar¿Conoce usted la historia de François Augiéras y su búnker pintado y sepultado en el desierto?
Orestes Doreste del Este
Estimado Orestes Doreste del Este: gracias por el comentario y la lectura. No conozco la historia de François Augiéras, pero intentaré buscar información sobre ella. El poema surgió a raíz de un paseo que di por el Parque del Oeste, en el que encontré, casi sin buscarlos, esos tres búnkeres de los que me había hablado un compañero de trabajo. Ojalá el tono alcanzara un poco de la tensa y conmovedora sequedad de la poesía de William Cliff. Un saludo.
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