Volviste
a desear todo el deseo,
pero el
deseo deseaba
no ser
ya deseado.
Contra
tales deseos, desear el deseo
era
desear lo imposible,
era
posibilitar lo indeseable.
Sólo
cabía entonces desear que lo deseado
bajo el nuevo
deseo
no fuera
ya materia deseada,
o al
menos materia deseada como entonces,
que
resurgiera otra vez el deseado destello
que nos
llevaba a desear lo indeseable.
Creció
en ti de nuevo el deseo de ser
el más
puro deseo en los ojos que clavaban
en los tuyos
su impuro deseo formado de impaciencia.
Desear, desear,
en un sentido estricto,
no era
ya lo mismo que entonces deseabas:
cuando
el deseo no estaba carcomido por la huella
de un deseo
anterior que te desconcertaba,
te
convertía en un ser de deseo que serpenteaba
por la
piel subvertida de cada cuerpo deseado
como si
la vida fuera algo que pudiera dejar de desearse,
atrapabas
miradas deseosas,
coleccionabas
gestos del más candente deseo
que no
se desdecían al tocarte: deseabas
ser por
el deseo acariciado, subvertido,
convertirte
en una cápsula de deseo portátil,
ser
mucho más deseo, más deseo, más deseo,
todo el
deseo del mundo
llovido
sobre tu piel, la deseada
por
todos, la que se hacía desear
porque
sabía que el deseo
es una
pregunta cuya respuesta es deseo.
Hola, buenos días, Rafael-José:
ResponderBorrarSoy Miriam Querol, coordinadora editorial en la revista Matador, de la editorial La Fábrica. Me gustaría ponerme en contacto contigo. No encuentro ningún mail de contacto y por eso lo intento por aquí.
¿Podrías pasarme tu contacto a revistamatador@lafabrica.com?
Muchas gracias y enhorabuena por el blog,
Miriam