Hace
unos años recibí una carta en la que un amigo me comunicaba que dejaba
de serlo porque, según él, yo había ofendido a un amigo de un amigo
suyo. Tiempo después, un amigo de un amigo mío recibía una carta en la
que un amigo de unos amigos suyos le comunicaba que dejaba de serlo
porque, según él, me había ofendido a mí. Al cabo de unos meses, le envié una
carta a uno de los amigos de un amigo mío para comunicarle que dejaba de
serlo porque, en mi opinión, había ofendido a un amigo suyo. Algún
tiempo más tarde, este amigo suyo me mandó una carta a mí para
comunicarme que dejaba de serlo --ya a estas alturas no se sabía muy bien el qué-- porque, según él, yo había ofendido a un amigo mío. Esto que cuento, amigos, y que he dado en llamar las enemistades heredadas, es estricto y verídico. Si no me creen, permanezcan atentos a sus buzones de ahora en adelante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario