En el curso de nuestros intercambios epistolares, hace unos años, el poeta suizo de lengua italiana Fabio Pusterla (Mendrisio, 1957) me envió “El hurón de
Tenerife”, que publicaría más tarde en su libro Corpo stellare, de 2010. Me explicaba el autor que escribió este hermoso
poema tras visitar en Bolzano una exposición dedicada a
las momias, tanto humanas como animales. Uno de los animales que más lo
impresionó allí fue un pequeño hurón que debió de quedar atrapado en una iglesia en
ruinas en Tenerife. Eso es, al menos, lo que indicaba la cartela correspondiente. Es posible que en mi respuesta al envío le explicara a Fabio, como curiosidad, que los
aborígenes prehispánicos de Canarias, de origen líbico-bereber, conocían el
arte de la momificación y constituyen, de hecho, según los expertos, una de las civilizaciones
antiguas que mejor dominó ese arte funerario.
En abril de este año el profesor Francisco José Rodríguez Mesa, de la Universidad de Córdoba, me invitó a participar en el II Seminario de Estudios Suizos con una conferencia sobre diversos escritores --entre otros Fabio Pusterla-- y dos talleres: uno de traducción de textos de lengua francesa y otro de traducción de textos italianos. El ejercicio final que propuse en este último taller fue, una vez divididos los alumnos en pequeños grupos, traducir "Il furetto di Tenerife". Me arrepiento ahora de no haber anotado las versiones que surgieron de la creatividad y el entusiasmo de aquellos jóvenes. Demostraban algo que todos los traductores sabemos pero que a veces se olvida: un texto admite muchas lecturas y traducciones en función de la sensibilidad de sus lectores y traductores.
Hace unos días contactó conmigo el agregado cultural de la Embajada de Suiza en España, Alberto Giovanetti. Me consultaba la posibilidad de enviarle la traducción de un breve texto suizo relacionado con España para ser leído por él en el Hay Festival de Segovia. En recuerdo de los días de Córdoba, donde conocí a Alberto, y también para conmemorar --un homenaje íntimo y sentimental-- la lectura que hace diez años dio Fabio Pusterla en las 'Veladas poéticas' de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo con motivo de la publicación de mi traducción de su libro Bocksten (Quálea, 2008), lectura en la que tuve el privilegio de acompañarlo, he querido traducir "Il furetto di Tenerife". En un reciente viaje a Bogotá le hablé a mi amigo Cristian Garzón, uno de los editores de El Taller Blanco, de ese libro de Pusterla. Al día siguiente apareció con él, sacado en préstamo de la Biblioteca Luis Ángel Arango, encuadernado con tapas duras de protección (como debería hacer con los libros cualquier biblioteca que se precie). Al tercer día ya lo había leído y comentamos pasajes de ese libro inspirado en el Bokstenmannen sueco del siglo XIV. Que la poesía es un lenguaje capaz de unir realidades distantes parece una obviedad: quizá no lo sea tanto pensar que entre Suecia, el Tesino, Italia, Santander, Segovia, Tenerife y Bogotá se ha dibujado, gracias a la poesía de Fabio Pusterla, una extraña rayuela sobre la que seguir saltando mientras algunos se empeñan en destruir el mundo.
IL FURETTO DI TENERIFE
La iena
striata del deserto
dal
ventre squarciato, le lucertole,
lo
scoiattolo dormiente sorpreso da qualcosa
nel
sottotetto, ignaro dei suoi giorni, l’elefantino
dei
ghiacci: ora riposano muti,
fermati
sul confine della vita
e della
morte, vane mummie rassegnate.
Solo il
furetto, chiuso in una smorfia
di
dolore di rabbia o stupore,
grida
tutto l’inganno il desiderio
di
correre nei prati per conigli e profumi,
di
mordere o baciare tramutarsi
in luce
sangue latte,
per
svanire e rivivere in eterno,
come le
nuvole e i fiumi.
[Corpo stellare,
Marcos y Marcos, Milán, 2010]
EL HURÓN DE TENERIFE
La
hiena manchada del desierto
de
vientre rasgado, los lagartos,
la
ardilla que duerme sorprendida por algo
en el
desván, ignorante de sus días, el elefante
de los
hielos: descansan ahora callados,
quietos
en los confines de la vida
y de la
muerte, vanas momias resignadas.
Sólo el
hurón, capturado en un gesto
de
dolor de rabia o estupor
grita
todo el engaño grita todo el deseo
de correr
por los prados tras conejos y perfumes,
de
morder o besar o transformarse
en luz
en sangre en leche,
para
desvanecerse y revivir en lo eterno,
como
las nubes y los ríos.
[Traducción al español de Rafael-José Díaz]
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