TEXTO ORIGINAL
Et le visiteur
tâtait mes joues avec des doigts que je sentais habitués à palper les museaux
des agneaux morts ; et son haleine avait l'odeur du vorace marécage d'où
n'étaient jamais dégagés les cadavres ; et voyant mon ancien pantalon et mon
ancienne chemise figés en haut sous le plafond et enflés de la forme de mon
corps, je pensais qu'ils étaient pris dans une invisible eau boueuse ; et avec
la joie ivre et amère de la grenouille dont l'assommeur maladroit et soûl
n'avait pas déjà arraché les cuisses et qui pouvait encore assister au
laborieux massacre de ses soeurs, j'assouplissais mon nouveau vêtement en
écartant les bras et les jambes et en lisant sur la pochette du vêtement jumeau
du visiteur les mots brodés en fil d'or : "Nourriture éternelle et travail
éternel". Et lui il me regardait en tremblant avec dans ses yeux le regret
de n'avoir pas davantage vérifié la chaleur et la froideur mêlées de mes
membres nus ; et il disait que les sournois entreteneurs du musée lui avaient
affirmé que celui qui était exposé dans la "salle de l'Égaré de
passage" ne pourrait plus connaître la faim et la soif, mais que lui il
n'avait pas cru leurs sournoises paroles. Et le visiteur ne me demandait pas si
j'avais faim ou soif, non, il posait sur la table une soupière couverte et une
fiole opaque en me disant que puisque j'avais faim et soif il m'apportait à
manger et à boire ; et relevant son pantalon et dénudant un de ses genoux il me
demandait de m'agenouiller et de baiser ce genou en comptant jusqu'à dix-sept
pour respecter la tradition dont il jurait avoir oublié les origines. Essayant
de me souvenir des voix les plus douces de ma mère et de mon père, et méprisant
la dure voix intérieure qui me hurlait de ne pas m'agenouiller, je
m'agenouillais et baisais le genou du visiteur ; et je pensais que j'allais
mordre ce genou pour au moins savoir si le visiteur ressentait la douleur ; et
percevant la protubérance d'une rotule de métal qui bougeait sous la peau, je
n'osais pas la mordre et j'étais presque joyeux de constater que survivait en
moi la peur de me casser les dents.
TRADUCCIÓN
ESPAÑOLA
Y el visitante tocaba
mis mejillas con dedos que yo notaba acostumbrados a palpar los hocicos de
los corderos muertos; y su aliento tenía el olor del pantano voraz del que
nunca se habían despegado los cadáveres; y, viendo mi antiguo pantalón y mi
antigua camisa inmóviles arriba bajo el techo e inflados con la forma de mi
cuerpo, pensaba que estaban atrapados en una invisible agua fangosa; y con la
alegría ebria y amarga de la rana a la que ningún matarife torpe y
borracho le había arrancado todavía las ancas y podía así seguir asistiendo
a la laboriosa masacre de sus hermanas, ablandaba mi nueva ropa estirando
los brazos y las piernas y leyendo en el pañuelo de la ropa gemela del
visitante las palabras bordadas con hilos de oro: «Alimento eterno y trabajo
eterno». Y él me miraba temblando mientras conservaba en sus dedos la nostalgia
de no haber verificado más el calor y el frío mezclados de mis miembros
desnudos; y decía que los hipócritas conservadores del museo le habían hecho
saber que aquel que estaba expuesto en la «sala del Extraviado de paso» no
podría ya conocer el hambre ni la sed, pero que él no había creído sus
hipócritas palabras. Y el visitante no me preguntaba si tenía hambre
o sed, no, colocaba en la mesa una sopera cubierta y un frasco opaco diciéndome
que, como yo tenía hambre y sed, me daba de comer y de beber; y levantando su
pantalón y desnudando una de sus rodillas me pidió que me arrodillara y le
besara la rodilla contando hasta diecisiete para respetar la tradución cuyos
orígenes juraba haber olvidado. Intentando recordar las voces más dulces de mi
madre y de mi padre, y despreciando la dura voz interior que me gritaba que no
me arrodillara, me arrodillé y besé la rodilla del visitante; y pensé que iba
a morder esa rodilla para saber por lo menos si el visitante sentía dolor;
y, distinguiendo la protuberancia de una rótula de metal que se movía bajo la
piel, no me atreví a morderla y me sentí casi feliz al constatar que aún
sentía miedo de partirme los dientes.
[Fragmento de Aucun de mes os ne sera troué pour servir de
flûte enchantée, de Jean-Marc Lovay © Zoé (Suisse), 1998. Traducción al
español: Rafael-José Díaz.]
Gracias por compartir esta traducción, querido Rafael. Celebro muchísimo que te animes a continuar publicando traducciones en tu magnífico blog. Aun a riesgo de que, por una elemental cuestión de prioridades, ARTE-SANÍAS no se lleve siempre la primicia.
ResponderBorrarAbrazotes
Aníbal Campos
He retomado la serie que empecé, si no recuerdo mal, con Pierre-Louis Matthey y continué con Anne Perrier y Maurice Chappaz. En el caso de Jean-Marc Levay, llevaba días documentándome sobre él de cara a una posible traducción futura, y me topé por casualidad con su fecha de nacimiento: hoy, el 14 de enero, así que me pareció una buena idea celebrarlo con este pequeño homenaje traductor. Si van saliendo más cosas, prometo que al menos una de ellas será (en primicia) para el blog Arte-Sanías. ¡Hélas!
ResponderBorrar¡Promesa hecha en público! ¡De modo que contamos al menos con UNA de esas maravillas que vayan saliendo! ¿Dos? Jejejeje.
ResponderBorrarUn abrazo grandote