viernes, 16 de julio de 2010

EL BAÑO A MEDIA TARDE

Ocurren (o no ocurren) varias cosas, a saber, y en este orden: 1. No aparece ningún fulelé en el borde de la piscina. 2. Siento ganas de fumar, pero me contengo. 3. Coloco las palmas de las manos sobre la superficie del agua: imagino o siento que un cuerpo invisible y sumergido me hace cosquillas. 4. Encuentro en una esquina, flotando, el cadáver de una mosca. 5. Recuerdo al grupo de jipis que aquí, en esta piscina, se zambulló hace años en un baño furtivo, rápido, apenas sagrado. 6. Me dejo caer hacia atrás para sentir el instante en que se rompe la magia de lo que está solo a medias sumergido. 7. Imagino un cuerpo oscuro, mojado, flexible, majestuoso y brillante que estuviera ahora mismo aquí, al lado del mío. 8. Junto los dedos índice y pulgar de cada mano y lo que primero parece un triángulo y luego el dibujo de un volcán de esta isla al final resulta ser un corazón invertido hecho de agua y de manos. 9. Salgo de la piscina y me tiendo sobre la toalla colocada en la hamaca al sol de las seis de la tarde, que no tardará en secarme. 10. Dejo que el fulelé, o su ausencia, la mosca, el cuerpo, el corazón, el agua, el sol y los recuerdos, todo lo que he tocado o pensado o imaginado o recordado o sentido en este baño se quede, de algún modo, flotando en la piscina, mientras me alejo sin despedirme ni siquiera de mí mismo.

5 comentarios:

  1. Es curioso ver-oír-cómo en la palabra "fulelé" se conservan las líquidas de la "libélula". Y cómo la líricamente prestigiosa y excesivamente "sonorizante" palabra "libélula"- tan desprestigiada- se transforma en la infantil "fulelé".¿Será la "f" un sonido infantil?

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  2. El profesor Marcial Morera, en su "Diccionario histórico-etimológico del habla canaria", señala el origen desconocido de la palabra "fulelé" o "folelé", usada en la isla de Tenerife para referirse a la libélula. Y curiosamente, estimado anónimo, y en consonancia con tu referencia a lo infantil, aporta como una de sus fuentes documentales el siguiente fragmento del libro "Crónicas de La Guancha a través de su refranero": "Llamaban folelé a la libélula, y se aplicaba también a alguien, especialmente a un niño, que enseñaba sus partes sin querer". Tal vez, en efecto, detrás de unos sonidos se esconda siempre una resonancia que nos sumerge en la más profunda memoria.

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  3. la "f" del fulelé no es una consonante fule, como podría parecer, frente a las líquidas consonantes de la libélula. La "f" del fulelé suena a fanfarria infantil, a frágil iniciación volátil, al fabuloso viaje fonador de un ser pequeño en su tamaño pero magestuoso, sobre todo si se trata de un fulelé naranja, solar.

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  4. De pequeño siempre he oído llamar a la libélula "folelé", variante que yo prefiero al "fulelé" del texto; aunque las dos son igualmente válidas. Cuánto sabor de infancia en esa bella y extraña palabra llena de misteriosas resonancias. Saludos.

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  5. A mí, en cambio, me gusta más "fulelé", seguramente porque es la palabra que siempre escuché, la que va íntimamente unida a la memoria (y cuyas sílabas, por tanto, no son solo sonidos sino algo así como estremecimientos del corazón). Gracias por tus palabras, querido Iván, y por leer el blog. Abrazos.

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