viernes, 21 de noviembre de 2025

EL ESTADO INTERMEDIO

  


 

        Para Carlos A. Schwartz

 

I

 

En este exacto punto del universo

donde el cuerpo no siente ahora mismo

ningún tipo de malestar

pese a los cincuenta y cuatro años

recién cumplidos que lleva sobre los hombros

la brisa ligera que sopla

lo envuelve como un gran abanico

invisible y el cuerpo por lo tanto

siente el deseo de que el tiempo no corra

como si la quietud pudiera volverse eternidad.

 

II

 

Pero la brisa se transformó en un viento

racheado que llevaba gotas de lluvia cejada

y el cuerpo empezó a estremecerse

con leves escalofríos y una sensación

de estar sin necesidad a la intemperie

pudiendo recogerse en cualquier lugar cerrado

como por ejemplo el centro comercial que había enfrente

donde un vestíbulo con unas escaleras

invitaba a transformarse en un posible cliente

dispuesto a comprar su bienestar en las rebajas.

 

III

 

Y quien escribe con buena letra “el cuerpo” y “la intemperie”

contempla lo que lo rodea como desde un lugar muy lejano

aunque al mismo tiempo se sienta en medio de las cosas

como el fotógrafo que se detiene frente a un escaparate

buscando que el reflejo contraponga a la ausencia

la figura de un cuerpo que prefigura su muerte

mientras los maniquíes muertos que desde dentro lo miran

lo invitan a su doble refugio imposible

así que el que escribe busca un estado intermedio

para el cuerpo que flota entre bienestar e intemperie. 

 

 


Nota: Mientras, sentado en una terraza cercana a la Plaza del Príncipe, me encontraba escribiendo en unas servilletas de papel este poema --en concreto, en el momento exacto en que estaba terminando la segunda estrofa--, vi pasar a mi amigo el fotógrafo Carlos A. Schwartz. Se detuvo al comienzo de la calle Emilio Calzadilla y enfocó con su cámara el escaparate de una tienda de uniformes. Enseguida supe que esa imagen --la imagen de Carlos frente al escaparate-- debía incorporarse al poema. Y que, de este modo, se abrirían varias capas de miradas diversas que lo harían expandirse hacia el interior y el exterior de sí mismo. En aquel momento no quise saludar a Carlos para no distraerlo de su actividad fotográfica. Llegué a pensar que frente a aquel escaparate se había limitado a ensayar una fotografía, a enfocar, a representarse mentalmente cómo podría crearse la imagen en su cámara. Pero, cuando una hora después le mandé, fotografiadas, las servilletas en las que había escrito el poema (las incorporo también a este post), me respondió adjuntando la fotografía que de aquel escaparate había realizado. El círculo se cerraba, así, con esa imagen que el poema imagina y que, entre el bienestar y la intemperie, hace que el cuerpo, por un instante, se quede flotando.  

1 comentario:

  1. Felicidades por esas servilletas de papel que se abren en varias capas.

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