martes, 23 de enero de 2024

UNA ARTISTA LOCAL

A una artista local le han publicado una monografía sobre su trabajo pictórico.

Su trabajo pictórico no vale gran cosa, pero la artista está bien conectada, conoce a quien hay que conocer, pertenece a una familia de rancio abolengo, lo que desde hace mucho tiempo le ha permitido ser contratada por las autoridades municipales para, entre otros despropósitos, pintar paredes de edificios, actividad que le gusta especialmente porque no sólo le permite darse a conocer a toda la ciudadanía sino que, en el momento en que los operarios están subidos a las grúas y colgados de los andamios, ella dirige, como si fuera una digna heredera de Herbert von Karajan, con mano firme y voz tronante, las más complejas operaciones de la puesta a punto del encargo.

Su trabajo pictórico no vale gran cosa, pero toda familia de la isla que se precie, cualquier casa burguesa de más de medio siglo de antigüedad debe poseer un cuadro suyo, y así la artista se ha hecho con sus buenos dineros, ha expuesto en los mejores museos de la isla y ha sido incluso candidata a medallas de oro de la ciudad, de la isla, de la provincia o de la comunidad autónoma.

Su trabajo pictórico no vale gran cosa, pero sobre él han escrito críticos, abogados, poetas, profesores universitarios, otros pintores y hasta un cirujano plástico. Se dice que entre las plataneras del sur de la isla la artista posee un estudio de considerables dimensiones que le permite crear obras de gran formato apropiadas para los salones señoriales de mansiones restauradas por arquitectos que en algunos casos son primos suyos, compañeros de estudios o amigos de toda la vida. El mundo de esta artista se compone de animales simbólicos que retozan en fuentes, barcos encantados que surcan mares tempestuosos, palmerales estilizados que evocan relatos orientales y pasmosas imágenes de montañas en las que parece esconderse una verdad no accesible a cualquiera.

Su trabajo pictórico, sin embargo, no vale gran cosa. Y no vale gran cosa porque la artista no ha querido ni ha buscado o no ha podidoir nunca más allá de lo decorativo. Se ha contentado con pintar escenas límpidas que puedan gustarles a quienes no entienden absolutamente nada sobre arte. Palmeras, muchas palmeras, y gatos, muchos gatos, cielos de nácar y construcciones misteriosas que querrían recordar a De Chirico: ¿a quién no va a encantarle eso? En los mentideros oficiosos se dice que esta artista es de las pocas de la isla que vive de su arte. Su gran ilusión, no obstante, sería exponer en el extranjero, y para ello ha movido Roma con Santiago, ha enviado propuestas, ha intentado establecer contactos, pero todo ha sido en vano. “Su arte está desfasado, es decir, obsoleto”, le contestaron una vez por email, con increíble grosería, desde un museo berlinés. “No creemos que sus obras encajen en la línea de nuestro espacio expositivo”, le contestó por carta una galerista peninsular de un modo bastante más elegante pero no por ello menos cruel.

Aunque su trabajo pictórico no vale gran cosa, sus obras se venden a precios cada vez más elevados, y figuran en casi todas las instituciones regionales. Presidencia del Gobierno tiene tres obras suyas. La Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca es poseedora de un díptico. Cuatro de los siete cabildos insulares atesoran, respectivamente, una obra cada uno. La Caja de Ahorros compró hace un tiempo un tríptico que ocupa siete metros de largo. La Confederación de Empresarios exhibe —o esconde— un mural suyo en el despacho del presidente. El Círculo de la Más Pura Amistad luce unos frescos que conservan, pese a todo el descuido, el brillo original. Y el Orfeón Chicharrero ensaya frente a un díptico con trampantojo que ocupa dos paredes enteras. 

A pesar de que su trabajo pictórico no vale gran cosa, es más que probable que, ahora que la monografía sobre esta artista acaba de publicarse, sea entrevistada pronto por el mejor periodista del archipiélago. Se citarán en el restaurante Los Limoneros, donde compartirán unas garbanzas compuestas, queso asado, un solomillo de res a la pimienta y unas costillas con papas. En la mesa de al lado estará almorzando también, probablemente, el presidente del Club Deportivo Tenerife con tres o cuatro jugadores, y más allá habrá otra mesa en la que varios empresarios de la construcción estarán intercambiando impresiones con viceconsejeros y directores generales de varias consejerías. La entrevista saldrá publicada a cuatro páginas en el periódico decano de la provincia, acompañada de primeros planos de la artista, del periodista, de las garbanzas y del solomillo.

Pese a que su trabajo pictórico no vale gran cosa, el principal museo regional anunciará para dentro de un año una gran retrospectiva de esta artista y sobre ella se disertará en mesas redondas, conferencias y cursos monográficos. Se organizarán visitas guiadas para estudiantes y turistas. El museo –de titularidad pública– comprará con el dinero de todos ustedes, lectores, cuatro o cinco piezas de gran formato, un tríptico de tamaño medio y una colección de dibujos formada por veinte piezas. El catálogo, de unas doscientas páginas, incluirá reproducciones de toda la obra expuesta y, además, de varios de los cuadernos de trabajo de la artista. En él escribirán cinco críticos locales que ponderarán en toda su magnitud la importancia de una exposición que le habrá supuesto a las arcas públicas, entre pitos y flautas, unos trescientos mil euros.

Ustedes, lectores, ciudadanos, amigos, chismosos o simplemente adictos a las redes, se quedarán de una pieza contemplando cómo pasa la vida, cómo se dilapida el dinero público, cómo, una vez gastado, da dolor. Sí, podrán lamentar todo lo que habrán sufrido sus bolsillos para que una artista cuyo trabajo pictórico no vale gran cosa disponga de un estudio de cuatrocientos metros cuadrados entre plataneras, además de otras varias propiedades inmobiliarias, pero les será imposible quejarse, protestar o denunciar el asunto porque todo está pensado para que ustedes, pobres diablos, no se enteren de nada, para que nadie conozca los presupuestos de nada, para que todo quede en casa y para que el gato que trepa por la palmera hasta llegar al cielo de nácar siga teniendo siete vidas, todas las vidas que hagan falta, y así por los siglos de los siglos.  

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