lunes, 5 de junio de 2023

TRENES DE CENTROEUROPA

En aquella época no existían todavía los móviles y, a diferencia de lo que ocurre ahora, en los trenes, cuando se compartía compartimento, surgían las conversaciones. Un estudiante austríaco de artes gráficas e impresión de libros me estuvo contando con detalle, mientras nos acercábamos a Innsbruck, los entresijos de su oficio. A mí me admiraba que algo así pudiera estudiarse y que alguien lo hiciera con pasión y solvencia. Otras veces la gente iba leyendo, como me pasaba a mí con frecuencia. Recuerdo leer durante varios viajes seguidos Das Glasperlenspiel en bilingüe alemán-español. Creo que el poco alemán que sé se lo debo a esa lectura. No era propiamente una edición bilingüe, sino que había comprado la edición alemana y la española. Línea a línea, con ambos libros, cada uno en una mano, yo leía primero una frase alemana y la desentrañaba luego con la española o, al contrario, leía primero una española y la comparaba con el original. Así leí también más adelante las Philosophische Untersuchungen, creo que con menos provecho, aunque esta vez sí en una edición bilingüe. Yo era tímido, culto, solitario y silencioso por entonces. Intentaba aprovechar los viajes en tren para, en primer lugar, leer sin distracciones; en segundo, empaparme del paisaje que pasaba a mi alrededor; y, en tercero, si se daba, aunque casi siempre era yo la persona abordada y a veces la conversación no fluía, para conversar, casi siempre en alemán. Por eso me sorprendió aquel viaje, esta vez camino de Italia, aunque también a través de los Alpes, en el que me pasé unas cuantas horas hablando con una viejecita no sé si alemana o italiana, pero que dominaba con absoluta propiedad ambas lenguas. Alternábamos de una a otra, y a veces me pedía que le hablara en español, idioma que entendía un poco. Fue uno de los viajes más hermosos de mi vida. Me asombraba estar sentado en un vagón atravesando Centroeuropa y hablando en tres idiomas mientras aquella anciana bondadosa y lúcida me contaba historias de su pasado: la guerra, la posguerra, los años grises, los años de la recuperación, el mundo actual, que ella no entendía del todo. Se bajó en algún pueblo solitario y yo continué el viaje, no recuerdo si a Milán o a Venecia. Fue mi amiga durante aquellas pocas horas, pero hasta el día de hoy recuerdo sus ojos llenos de mucha más vida que la que yo podría tener nunca, por mucho que viviera cuatro, cinco vidas, una eternidad.  

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