sábado, 18 de agosto de 2012

RAFAEL ENTREVISTA A RAFAEL

El joven poeta venezolano Rafael Ayala Páez (Zaraza, Estado de Guárico, 1988) ha tenido a bien entrevistarme. Como algunos lectores malpensados sospecharán que se trata en realidad de una autoentrevista camuflada con seudónimo, diré que no es así, que Rafael Ayala Páez existe realmente y que en su página web está ya publicada la entrevista, con el añadido de una selección de poemas (la mayoría de los cuales refuta probablemente las disparatadas afirmaciones del entrevistado). He decidido colgarla aquí también por si algunos lectores de este blog quieren refocilarse sanamente. No todo van a ser parodias y profanaciones.  

Rafael Ayala Páez: ¿Podría platicarnos un poco acerca de su relación con la poesía?

Rafael-José Díaz: Sí, con mucho gusto. Se trata de una relación visceral. Algunos poetas se jactan de escribir desde la más tierna niñez (como si eso demostrara algo). En mi caso, intento olvidarme de cuándo empecé a escribir y no me importa pensar que lo que escribo hoy pueda ser lo último. La poesía a veces no es sino un lastre para vivir. Otras veces nos endosa una careta de santones de la que tardamos años en desprendemos (si es que lo logramos). A veces, muy raras veces, se escribe un poema como si se diera un pasito para acceder a un mundo un poco distinto del nuestro. Entonces hay que estar dispuesto a ver, a dejar de ver, a olvidar y, sobre todo, a no arrodillarse ante ningún dios instantáneo.

R.A.P.: ¿Cuáles son sus influencias literarias? ¿Algún libro de poesía en particular ha tenido una decisiva importancia para usted?

R.-J.D.: No reconozco ninguna influencia literaria. Descreo de ese tipo de ansiedades. Fluencias, sí. Muchas fluencias, flujos y reflujos literarios. Se puede pensar que mi primera afirmación contiene una pizca de prepotencia. Que cada cual piense y sienta lo que en cada momento le apetezca —siempre que no pretenda que los demás piensen y sientan lo mismo. Cuando se escribe un poema —pero muy pocas veces se escribe un poema— se está creando un mundo nuevo de la nada. Una vida dentro de la vida. Ahí no hay influencias, dependencias o maestrías que valgan. Los maestros pretenden casi siempre imprimir las marcas de sus fustas en los lomos de sus sufridos discípulos. Estas relaciones sadomasoquistas en el seno de numerosas cortes literarias me producen verdadera repugnancia. ¿Libros de poesía que haya leído con agrado? Sobre todo aquellos que parten de la imposibilidad de decir y terminan en la imposibilidad de decir. O aquellos que, sin pretender decir gran cosa, dicen algo que en ese momento nos consuela, nos sana o nos enfurece.

R.A.P.: ¿Considera que el lenguaje, en particular con respecto a su propia poesía, es un acto íntimo?

R.-J.D.: Bueno, desde luego no es tan íntimo como otros actos… Y, por muy íntimo que sea, los poetas padecemos un exhibicionismo contumaz, estamos permanentemente deseando mostrar nuestras intimidades. Un lenguaje conservado en el desierto durante cuarenta días de soledad y de dolor sí que sería un acto auténticamente íntimo. Desde luego, la poesía se vive en una especie de clausura. Uno se emboza para alcanzar cierta separación de los demás, una particular ausencia de miradas ajenas que nos permita fijarnos exclusivamente en nosotros mismos. Entonces se saca lo que se pueda del interior —casi siempre es muy poco lo que se saca— y lo que se obtiene es un poema, es decir, un texto dotado del máximo grado posible de inutilidad. 

R.A.P.: Usted ha traducido la obra de Arthur Schopenhauer, Pierre Klossowski, Philippe Jaccottet, entre otros. ¿Puede describirnos brevemente el oficio de un traductor literario?

R.-J.D.: El traductor literario es un señor que siente cierta necesidad de leer textos literarios escritos en lenguas extranjeras y que, en un momento determinado, se atrinchera como un valiente entre diccionarios y gramáticas para ejercer uno de los pocos milagros que existen en este mundo: el de trasladar o transformar o reescribir o transcrear (dijo alguien) un libro escrito en esa lengua extranjera en la lengua propia del traductor. Se trata de una actividad que en pocas ocasiones se lleva a cabo con éxito rotundo. Es uno de los oficios más necesarios del mundo y, sin embargo, es de los peor pagados y de los menos reconocidos.

R.A.P.: ¿Cree que el trabajo de los traductores a veces se ignora?  ¿Qué podemos hacer para cambiar esto?

R.-J.D.: Creo que en la respuesta anterior contesté ya en cierto modo a esta pregunta. Yo no sé qué se podría hacer para mejorar las condiciones de vida de los traductores y la visión que se tiene de su trabajo. Como en casi todo, imagino que habrá que resistir y que luchar inventando permanentemente nuevas corazas y nuevas armas.

R.A.P.: ¿Cómo describiría la poesía contemporánea española? En su opinión, ¿cuáles son sus limitaciones, sus profundidades con relación a las generaciones anteriores?

R.-J.D.: A la poesía española contemporánea la describiría como una señora con peineta vestida con un modelito de lo más fashion que cuando saca a pasear a sus caniches les recita haikus, alejandrinos o versos blancos para que mejoren en lo posible su forma de ladrar. A la segunda parte de la pregunta no sabría responderle. Las limitaciones que pueda padecer no le impedirán a esa señora, la poesía española contemporánea, seguir haciendo de las suyas en todos los saraos. Y en cuando a profundidades, no creo que disponga de ninguna, por lo que, pura superficie brillante como es, posee la virtud de reflejar todo lo que se le ponga por delante.

R.A.P.: ¿Tiene usted algún consejo para los jóvenes poetas?

R.-J.D.: Que se alejen de los poetas y de la poesía tanto como puedan.

R.A.P.: ¿Actualmente en qué proyectos literarios está trabajando?

R.-J.D.: En el ahora más inmediato, acabo de terminar una entrevista que muy amablemente ha tenido a bien enviarme un joven poeta venezolano y en la que casi nunca respondo a lo que me pregunta —quizá porque es el único modo de responder realmente a algo. En otro orden de cosas, tengo dos libros de poemas huérfanos de editor y que muy probablemente enfermarán de falta de cariño paterno y terminarán sus tristes días en algún orfanato. También van apareciendo textos diversos, sobre todo en prosa, en el blog que desde hace dos años mantengo como un —discúlpeme la pedantería— laboratorio de escritura. Publico ahí no solo textos con los que abofeteo ciertas actitudes estéticas de lo más ridículas y pintorescas, sino también relatos, apuntes, poemas en prosa o fragmentos que recomiendo a todos aquellos que quieran comprobar el ruinoso laberinto en el que acaba convirtiéndose el jardín en el que una vez se creyó vivir en amena armonía.

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