martes, 30 de junio de 2020

NOTAS NOCTURNAS, DE PHILIPPE JACCOTTET

Hace un año la editorial La Fábrica me pidió unas traducciones inéditas de Philippe Jaccottet para el tercer volumen de su Diccionario Matador de Vidas Ilustres. Se trata de un proyecto fastuoso en el que los poetas conviven con filósofos, cineastas, fotógrafos, arquitectos, pintores, bailarines... Todos de primer nivel. Creí adecuado traducir "Notas nocturnas", un conjunto de fragmentos leves pero de gran intensidad simbólica y conceptual. La aparición de referencias mitológicas, bíblicas, combinadas de forma natural con alusiones íntimas, recuerdos casi perdidos en el tiempo, va en estos textos unida a la reflexión sobre la condición frágil de la propia palabra: como un hilo a punto de ser cortado, como la propia vida de quien habla, decir o no decir son acciones sometidas al régimen de lo no vivido. Hablar, como el poeta ha dicho en otro textos emblemático, parece entonces una mentira o, peor, un insulto al dolor, un desperdicio del poco tiempo que nos queda. Hasta tal punto está en este autor asociada la escritura a un resto de vida que el poeta regala a los lectores a costa de sus propias fuerzas, del poco de plenitud que le quede por vivir.


NOTAS NOCTURNAS

Carcomido, adosado
a esta columna casi igual de precaria,

no quisiera ya sino emitir palabras
que dispersaran los tejados
(pues incluso un tejado de paja pesa demasiado
si nos separa del enjambre nocturno).

Palabras parecidas
a los actos de las flores, azules o rojas,
a su perfume.


Ya no quiero laberintos,
ni siquiera una puerta:

solo un poste angular
y un montón de aire.

Liberados los pies, liberado el espíritu,
libres manos y miradas:

el duelo nocturno entonces
se iniciaría desde abajo.

*

La luna por encima del camino
era como un tazón de leche
para el perro de Tobías.

*

El niño se puso de cuclillas
a los pies de la agradable y muy anciana dama
vestida de negro con ropa de otra época.

En la cesta,
todavía enrollada,
la lana de su vida
y las tijeras.

*

En este o aquel lugar del cielo
son siempre, en las mismas estaciones,
las mismas velas las que arden,
el ritual que nunca cambia,
por mucho que sean otros los rostros
que se inclinan.

*

Recuerdo también una mesa en el crepúsculo
y hermosos ojos abiertos en el otro extremo,
luego desviados...
                              La aureola
de aquellas santas era su propia cabellera
o las abejas del último de nuestros soles.

*

Había (en una habitación
en la que ya no estamos)
una cama desordenada,
como si la desnuda, con su ardor,
la hubiera deshecho
como se desgarra un camisa.

Vendrán luego las lágrimas,
las que cosen de una vez para siempre
el vestido de tela rugosa.

*

El chotacabras
es la rueca de las Parcas negras:

para nosotros
ya no hay mucho hilo.


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NOTES NOCTURNES
 

Adossé, vermoulu,
à ce pilier à peine moins précaire,
j’aimerais ne plus délivrer que des paroles
qui éparpillent les toits
(car même un toit de paille pèse trop
s’il vous sépare du rucher nocturne).
Des paroles pareilles
aux actes des fleurs, bleus ou rouges,
à leur parfum.
Je ne veux plus des labyrinthes,
même pas d’une porte :
juste un poteau d’angle
et une brassée d’air.
Déliés les pieds, délié l’esprit,
libres, mains et regards :
alors, le deuil nocturne
est entamé par en bas.

*
La lune au-dessus du chemin
était comme un bol de lait
pour le chien de Tobie.

*
L'enfant s'est accroupi
aux pieds de la très vieille et douce dame
en robe noire d'un autre temps.

Dans la corbeille,
encore toute enroulée,
la laine de sa vie,
et les ciseaux.
À tel ou tel endroit du ciel
c’est toujours, aux mêmes saisons,
les mêmes cierges qui brûlent,
le rituel qui jamais ne change,
même si ce sont d’autres visages
qui s’inclinent.
*
Je me souviens aussi d’une table au crépuscule
et de beaux yeux ouverts à l’autre bout,
puis détournés…
                                Pour auréole,
ces saintes-là n’ont que leur chevelure
ou les abeilles du dernier de nos soleils.

*

Il y avait (dans une chambre 
où nous ne sommes plus) 
un lit désordonné, 
à croire que la nue brûlante 
l’avait défait 
comme on déchire une chemise. 


Plus tard viendront les larmes, 
celles qui cousent une fois pour toutes 
le fourreau de drap rêche.


*

L’engoulevent,
c’est le rouet des Parques noires :

pour nous autres,
il n’y a plus beaucoup de fil.



[Del libro Après beaucoup d’années, Gallimard, 1994. Traducción de Rafael-José Díaz]

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