Aunque
llevaba mucho tiempo sordo,
escuché
lo
que allí se susurraba:
tenía
que ver con algo de mi vida,
algo
ocurrido mucho tiempo atrás,
un
instante
que
ahora me vería obligado a buscar
aquí
durante años en el bosque,
transformado
en fantasma,
en la
pura compañía de los pájaros
que
mimetizan sus cuerpos
entre
los helechos
y
descienden hasta los helados
entresijos
del silencio.
Sordo
como estaba desde hacía tanto tiempo,
tuve
que escuchar y salir
en
busca de lo deshecho: la imagen
de
dos cuerpos con la ropa al lado,
la
huella
de
una mutua domesticación,
una
enseñanza perdida
que
había que recobrar aunque los tiempos fueran otros,
menos
propicios para la insensatez,
capaces
de filtrar toda aquella locura
tan
solo como un residuo,
vaharada
que el bosque oculta con su celo,
sudor
de la memoria,
infiltración
dormida.
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