sábado, 21 de marzo de 2020

UNA MUTUA DOMESTICACIÓN

Aunque llevaba mucho tiempo sordo,
escuché
lo que allí se susurraba:
tenía que ver con algo de mi vida,
algo ocurrido mucho tiempo atrás,
un instante
que ahora me vería obligado a buscar
aquí durante años en el bosque,
transformado en fantasma,
en la pura compañía de los pájaros
que mimetizan sus cuerpos
entre los helechos
y descienden hasta los helados
entresijos del silencio.

Sordo como estaba desde hacía tanto tiempo,
tuve que escuchar y salir
en busca de lo deshecho: la imagen
de dos cuerpos con la ropa al lado,
la huella
de una mutua domesticación,
una enseñanza perdida
que había que recobrar aunque los tiempos fueran otros,
menos propicios para la insensatez,
capaces de filtrar toda aquella locura
tan solo como un residuo,
vaharada que el bosque oculta con su celo,
sudor de la memoria,
infiltración dormida.

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