Escribir no
tiene fluidez.
Escribir es
ir dando trompicones sobre cada letra y asomarse al final de cada letra al
abismo de donde no se sabe nunca si saldrá de allí dentro otra letra.
Escribir es
circular: más trazar una línea sin principio ni fin que una imagen corpórea en
el papel.
Escribir es
detenerse en cada mazo de palabras sin sentido.
Escribir es
como el viento, que puede no venir, que puede irse y no volver, que puede no
llegar nunca más.
Escribir es
como un vómito que no es nunca el residuo de todo el ingerido, sino solo restos
inconexos de los alimentos que un día fueron vida y ahora no son más que cosa
caída de irreconocible sustancia.
Escribir no
se parece a dibujar porque las letras son lo contrario de un dibujo: en las
letras no hay sino vacío concentrado en llamar a otro vacío para completarse, salvo
que el vacío solo se completa al dejar de escribir, en el silencio.
Escribir es
alargar los brazos en un cuarto oscuro donde otros brazos se alargan para nunca
toparse con los brazos en espera del contacto de otro: escribir es esa ausencia
en medio de la plenitud.
Escribir es
ir dando saltos de una palabra a otra, en el vacío que las liga y las separa:
escribir es ese instante suspendido en el que nada puede ocurrir sino caerse
hacia delante o hacia atrás.
Escribir es
dibujar a ciegas, pero sin imagen que guíe la deriva de las manos: escribir es
sostenerse en esa pérdida que no encuentra nunca su nombre.
Escribir es
tropezar con lo ya escrito y lo borrado y luego con lo no necesariamente dicho
antes que nada pueda decirse.
Escribir es
alargar el suplicio de no tener que decir sino lo que más recónditamente se
esconde en el silencio.
Escribir es
ese nido de contradicciones, la suposición de que estamos cerca de decir lo que
es difícilmente concebible.
Escribir no
tiene fluidez: es pararse ante un abismo y saltar hasta la palabra siguiente,
que no existe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario